27 agosto 2009

Un filete conmovedor

Vía focoforo:

"Si no sabéis hacer que un bistec conmueva, ni hundiendo el titanic lograréis ese íntimo momento con el espectador."

Un joven focoforero ha proclamado que, para poder HABLAR de cine, hay que demostrar que SE SABE hacer cine. Y qué mejor manera de demostrarlo que conmoviendo con un FILETE.

Las reglas son:

- El protagonista de la historia tiene que ser un bistec (valen otros productos cárnicos).

- No puede haber diálogos.

- La cinta no puede durar mas de 10 minutos.

- Tiene que conmover.

Y bueno... pues me lanzado y he montado esto.




Espero que por lo menos sea conmovedor. ¿no?

Actualizado:

11 agosto 2009

El increíble hombre oso

Lo mejor que se puede decir de Werner Herzog es que es una persona coherente.



Bueno, también se puede decir que es un muy buen director de cine o que se pegó con Klaus Kinski. Lo cual, visto lo visto, no está mal.

Pero su mayor cualidad es la coherencia. Algo que, como ya sabrán, apreciamos mucho en esta casa.

Coherente cuando hacía ficción y coherente cuando se dedica al documental (como en el caso que nos ocupa)

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Ver Grizzly Man produce cierto desasosiego


Su protagonista (real) era un fantoche que (y esto puede resultar cruel) muy posiblemente se merecía la muerte que tuvo. Y aún así, Herzog apenas se regodea en esto. A él le interesa saber quién era ese pirado y cómo llegó tras una vida de frustaciones a terminar en el estómago de un oso Grizzly.

No busca reirse de las tonterías que Timothy Treadwell dice o hace. Herzog se pregunta por qué... Y coherentemente esta pregunta le lleva a plantear una personal visión del mundo. su visión del mundo. Porque, aunque no lo sepamos hasta el final, Grizzly Man trata sobre cómo Herzog ve la naturaleza. Y eso es lo que lleva haciendo más de cuarenta años. Y eso es la coherencia.

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Timothy Treadwell era un actor frustado que amaba a los osos. Los amaba tanto que durante más de una década se pasó los veranos en una reserva natural de Alaska conviviendo con ellos. Incluso, los últimos años, se llevó una videocámara y se grabó a si mismo en su aventura.

El oso Grizzly es una animal formidable y temible. Y la afición de Treadwell era peligrosa y, en muchos sentidos, carente de finalidad (¿Proteger a los osos? ¿De quién?)


Las ímagenes que captó eran, por otra parte, de una belleza tal que sorprenden. Pero estaba claro que Treadwell tenía problemas mentales: sus ataques de ira, sus interminables monólogos sobre cuánto amaba a los osos, etc.

Quería ser un oso, pero era incapaz de corprender la crueldad de la naturaleza. Y ese camino sólo podía conducir a la frustación y a la locura.

Terminó devorado (él y su novia). No le dió tiempo a quitar la tapa que cubría el objetivo de su videocámara. Pero aún quedaron registrados sus gritos de dolor y espanto (algo que no oímos, pero que se nos describe).

Herzog remonta todo ese material (más de cien horas) y hace un película, no sobre los osos, sino sobre Treadwell. Porque a Herzog no le interesan los documentales de naturaleza, es el Hombre lo que centra su atención. Y siempre lo ha sido.

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Los personajes que pueblan este documental están ante un abismo. En su mayoría son ridículos. Pero Herzog no es un cínico (o quizás sí). No se ríe de ellos (o quizás sí).

Y por eso Grizzly Man es desasosegante.

Porque es difícil tomártela en serio, pero no hay otra manera de hacerlo. Una vez dentro ya no se permite la ironía.


Porque llega un momento en que no sabes si eso es real o no. Y te preguntas si Herzog se está riendo de esa pandilla de perdedores o, lo que es peor, si en realidad se está riendo de nosotros.

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