07 julio 2009

Promethea, el símbolo, la palabra y la imagen

Leer la Promethea de Alan Moore no es fácil.

Yo incluso estuve a punto de dejarlo en el segundo tomo.

La historia es la sigiente: Promethea es una especie de diosa de la imaginación cuya misión ha sido romper la barrera entre el mundo visible y la inmateria (los estadios superiores del alma). Desde hace siglos Promethea se reencarna a través de los creadores que la imaginan, es una idea que escritores y dibujantes capturan del subconsciente colectivo de la humanidad... y a través de sus poemas y dibujos la diosa/idea toma forma corporea.



Por lo tanto Promethea es un comic teológico y espiritual. Y también pedagógico: Alan Moore nos está contando en qué cree. Y es entonces cuando te das cuenta de lo mal que está de la cabeza.

Practicamente tres tomos (el dos, el tres y el cuatro) de la edición española (son cinco) están dedicados al viaje que la Promethea del presente (versión universo Americas's Best Comics) emprende hacia Dios, el estadio superior de la creación, a través de las cartas de tarot y de los senderos numéricos de la cábala.

Y esa parte es espesa... muy espesa. Todo son símbolos, dioses, metales y palabras. Hay composiciones de página realmente asombrosas y un uso del color (y del dibujo) que varía según el capítulo, carta del tarot o sendero en el que se encuentre Promethea.

Y eso que el primer tomo es muy disfrutable: hay monstruos, aventuras pulp, payasos asesinos, superhéroes humanizados,... Hay todavía acción y el guión de Alan Moore es entendible y el dibujo de J.H. Williams III anodinamente correcto. Incluso hay sexo (tántrico, eso sí)



Pero llega un momento en el que Promethea se convierte en un cómic ideológico, que trata sobre ideas principalmente. Y entonces es cuando todo se vuelve raro, como un sueño: no entiendes nada, pero todo parece tener sentido.

Me ocurrió lo mismo con Los invisibles de Morrison (lectura que realizé hace un par de años mientras superaba mi primera gripe lejos de casa*). Así que yo puedo decir que leí Los invisibles (sólo tomos de Planeta) con 40º de fiebre. Y creo que los entendí.

[Pasar por primera vez la gripe lejos de los brazos protectores de una madre es el equivalente moderno de los ritos de madurez de las tribus prehistóricas]

Sin embargo, lo que en Morrison era impostura postmoderna, en Moore es voluntad de transcender. En realidad Promethea y Los invisibles son obras antagónicas. Y lo son porque existe un quinto tomo de Promethea.



Los últimos capítulos de Promethea, los que tratan del fin del mundo, son hermosos, muy hermosos. El viaje que hemos emprendido junto a la heroina tiene sentido. Todo discurre como un río de aguas cristalinas y podemos entender los símbolos que en cada viñeta nos invitan a transcender.



Hay auténtica belleza en estos números.

Y así entiendes que ante el fin del mundo lo único que puedes hacer es sentarte y esperar. Y buscar la paz.

Y entonces comprendes que Promethea es un cómic humanista, un grito contra la Posmodernidad.

Y que toda la mierda que Alan Moore tiene en la cabeza, a veces, puede ser tan hermosa que te haga llorar.

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