06 octubre 2008

La banalidad del mal [ristampa]

[Este artículo fue publicado originalmente en Dr Io presenta... el 1 de octubre de 2008. Sirve de introducción a un mes dedicado al MAL, así, en mayúsculas]



Adolf Eichmann era un hombre gris, un burócrata, un fiel cumplidor de la ley. Él no tuvo la culpa de nacer en un mundo donde la ley era atroz. Simplemente cumplía órdenes, hacía su trabajo de la mejor manera posible: llevar "cosas" del punto A al punto B.


El problema era que el punto A era Europa, el punto B Auschwitz y las "cosas" familias judías. Eichmann no era más que un transportistas, a gran escala eso sí.

En 1945 este coronel de la SS consiguió huir a Argentina. Allí llevó una vida gris y tranquila. Siguió siendo un fiel cumplidor de la ley, de otra ley evidentemente. Pero conforme pasaban los años se fue dando más importancia. Empezó a conceder entrevistas, a hablar demasiado. El MOSSAD lo secuestró y lo llevó a Jerusalén. Allí fue enjuiciado y ajusticiado.

Eichmann pagó por los pecados de una nación. Los Juicios de Nuremberg fueron irregulares y poco satisfactorios. Israel se planteó el juicio a Eichmann (1961) como una forma de venganza total. El termino "chivo expiatorio" estaría bien empleado.

Toda esta historia esta recogida en Eichmann en Jerusalén : un estudio sobre la banalidad del mal de Hannah Arendt, uno de los libros fundamentales para entender el siglo XX, para comprender la naturaleza del MAL, su banalidad.

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No, en la vida real no hay malos sonrientes acariciando un gato. No, no te explican sus planes de acabar con el mundo. No, no esperes asesinos limpios y cuidadosos... no esperes nada de lo que la cultura pop te ha enseñado.

El POP ha retorcido la realidad, la ha hecho más vendible, más atractiva. El MAL existe pero la cultura del siglo XX lo ha deformado para hacerlo más masticable, más atractivo y vendible. Las películas no mienten, pero sus malos (y también sus buenos) son el reflejo en un cristal cóncavo de los villanos reales, de los burócratas del MAL.

El MAL (al igual que el BIEN) no tiene glamour. No lo tiene porque en la ecuación que conforma a un villano, la persona en sí tiene una importancia relativa. Eichmann era un asesino, pero bajo otras leyes, otras circunstancias... porque Eichmann nunca dejó de ser un fiel cumplidor de la ley.



Y no digo que el BIEN o el MAL dependan totalmente del entorno (aunque éste sí tiene una importancia significativa) sino que da igual cómo somos si no se dan las circustancias que nos pongan a prueba, que saquen lo mejor o lo peor que hay en nosotros. Es decir, que el azar tiene un peso importante en la coformación del MAL y el BIEN en el mundo real. Y eso no es nada glamuroso. En absoluto.

La ficción moderna ha eliminado el componente AZAR de la ecuación. Hay una finalidad estética (siempre es más tractivo el personaje hecho a sí mismo que el apaleado por las circustancias), pero tabién un componente moral: el hecho de creer que el hombre en sí alberga el bien o el mal en toda su plenitud nos hace el mundo más soportable.

Podemos llegar a creer la gran mentira: que somos buenos porque nunca hemos hecho nada malo.

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En La Peste de Albert Camus (1947), otro libro fundamental para entender el siglo XX, un grupo de personas luchan en Argel contra una epidemia de peste. Sin embrago, de entre todos los personajes (los médicos, periodistas, enfermeras...) Camus destaca a uno: el burócrata.





El bien absoluto... un sólo hombre que hace el bien porque es lo que hay que hacer. Es fácil ser un héroe cuando la situación está cuesta arriba, cuando la lucha es sanfrienta. Lo difícil es hacer el bien porque es lo que se tiene que hacer, porque es lo que se haría sobre cualquier situación.

El burócrata de Camus es bueno en sí porque el azar ya no influye en su devenir, el resto de los personajes son buenos empujados por las circunstacias...

De una forma similar funciona el MAL.

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A veces la línea entre realidad y ficción se diluye. Y los burócratas del MAL se vuelven atractivos personajes de ficción. Es el caso de Charles Manson o Adolf Hitler. Y sin embargo es todo una ilusión.





El Hitler retratado por la cultura pop no es el Hitler real. Es un exorcismo de la realidad. Sigue siendo "malo", pero es representado sin sus circunstancias (casi siempre ridiculizándolo) porque nunca seríamos capaces de entenderlas. La cultura pop simplifica el mundo para hacerlo más habitable.

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Porque no existen los "agentes del caos". El mal puro es imposible en el mundo real.

La noción del bien o del mal es compleja y salvo casos extremos estaremos todos de acuerdo en remitirla a la ley natural y a las costumbres sociales del momento (eso si no somos religiosos). El mal absoluto es simplemente el final del camino, un límite invisible que se pierde al final del horizonte, una abstracción tan real como pueda serla el bien absoluto. Y ya sabemos que para llegar a vislumbrar estas catogorías sólo nos queda el camino de la fe, fuera de la razón.

Fuera de las pantallas es imposible una figura cómo el Joker de El Caballero Oscuro. Acheron Hades difícilmente puede habitar más alla de las páginas de El caso Jane Eire (guiño)...

No se trata de buenrollismo barato. El MAL existe, es real y cotidiano. Pero no se alimenta de si mismo. Hay una falta de finalidad, una "voluntad" de maldad en estos personajes que los hacen terriblemente estéticos. Y en el mundo real la maldad no es estética.





El camino recorrido por Anakin Skywalker y que desemboca en Dark Vader es falso. Incluso su redención final carece de fundamentos. Si en la película funcionaran las leyes de la física no se oirían los disparos en el espacio, pero tampoco sería posible la existencia de un mal absoluto que alcanza el descanso eterno reconciliado con el mundo.

Es raro ver a un malvado real sabiendo que está haciendo el mal porque lo hacen desde la normalidad. La ficción NECESITA que el malo sepa que está haciendo el MAL. Así su muerte nos parecerá justa. Y seguiremos pensando que somos buenos porque cumplimos las leyes y no buscamos el mal.

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La representación del MAL es necesaria.

Robert Mitchum en La noche del cazador (1955) es lo que el lobo era para caperucita: la señal de que se había apartado del camino.




Creer en el Anticristo (La Profecía) nos lleva también a creer en Cristo. Si Satán existe, Dios también.

Michael Myers lleva tres décadas persiguiendo adolescentes. Y hay una razón para eso. Todos lo sabemos.

Los jóvenes despreocupados de Funny Games (da igual la versión) causan tanto mal con un fin: demostrar que la violencia puede transpasar los límites de la pantalla, que no por ser recreada la sange es menos real.

Hal 9000 nos enseña que la ausencia de sentimientos trae la muerte y la desgracia sobre los hombres.

El cine post 11/S está lleno de zombis. Porque un muerto viviente no es malo, pero en su cojunto llevan el estigma del MAL.

Y así durante todo el mes vamos a disfrutar de asesinos y villanos. Durante un mes nos van a habla del MAL puro o cotidiano... Pero recordar que tras la máscara de todo malvado hay una finalidad, un motivo, un faro que nos empuja al bien.

Y así la gran mentira sigue propagándose.


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